Ninguna profesión ni industria está quedando exenta de acometer cambios en la nueva realidad económica, laboral y social que se está conformando después de la pandemia global por coronavirus. Una situación que es especialmente relevante en el caso de los CFO (siglas que corresponden a chief financial officer, o director financiero, en castellano). Hasta hace unos pocos años, su cometido principal era el de gestionar y supervisar la situación contable de la entidad en la que trabajaba, con un reto muy importante en llevar a cabo una adecuada presentación de los impuestos.

Sin embargo, hoy su situación es bien diferente y su portfolio de actividades abarca mucho más, hasta el punto de ejercer un análisis financiero de gran importancia, habida cuenta de su conocimiento holístico sobre los distintos departamentos de la compañía. De hecho es, además, la persona clave para llevar a cabo la planificación financiera, pudiendo realizar informes sobre presupuestos de gastos a largo plazo, que son decisivos para ejercer un control eficiente sobre el flujo de caja.

A nivel relacional, como responsable y líder del departamento financiero, es el encargado de ejecutar una agenda de contactos dentro de su ámbito de competencia con sujetos de interés relevantes para el éxito de la empresa, como entidades financieras, analistas o potenciales inversores. De puertas para dentro, debe regar periódicamente sus relaciones de confianza con los principales directivos de la compañía, con los responsables de los diferentes departamentos, con el consejo de administración y con todos aquellos profesionales que puedan afectar a la gestión contable, como los que presentan gastos derivados de su actividad laboral.

Los cometidos del CFO no se limitan a este ya de por sí ambicioso abanico de actividades, sino que su aportación de valor va mucho más allá. De hecho, es una persona cada vez más importante en conseguir que la empresa pueda lograr sus objetivos operativos y orgánicos, gracias a la información de relevancia que manejan y a la posibilidad de convertir los datos contables en conocimiento cualitativo, por ejemplo, realizando previsiones y estimaciones, o llevando a cabo la planificación de diferentes escenarios de crisis y cómo enfrentarse a ellos.

Una permanente apuesta por la tecnología

La digitalización es un elemento consustancial a la realidad actual del CFO. Y lo es por varios motivos. El primero y quizá más notorio es que le permite automatizar procesos, principalmente, de carácter administrativo, reduciendo la inversión en tiempo que tanto él como los profesionales afectados debían realizar en el pasado. La gestión de facturas, la elaboración de informes de gastos o la rectificación de una información contable ocasionaban trastornos importantes en las agendas de los profesionales, que se traducía en un coste de oportunidad para poder generar otras actividades de valor para la compañía.

Ahora, sin embargo, el CFO abraza cada vez más el uso de herramientas avanzadas de análisis de datos, evaluando la información y los datos que maneja para mejorar la toma de decisiones críticas de la organización, reduciendo el riesgo de incertidumbre tan habitual en la coyuntura actual. En esta línea, la solución digital de Fuell es clave para mejorar el desempeño contable, incrementar su eficiencia y fidelizar en los gastos de la compañía a los propios trabajadores, estableciendo líneas de comunicación directas con el responsable financiero.

Por otro lado, la automatización en los flujos de trabajo, gracias a tecnologías como el machine learning, le está permitiendo poder llevar a cabo procesos cada vez más complejos en un menor tiempo, ejerciendo el CFO un papel, sobre todo, de supervisor de las actividades. Además, se están introduciendo sistemas RPA (automatización robótica de procesos) en los departamentos financieros para que los expertos se puedan concentrar en extraer información de valor para la toma de decisiones críticas de la empresa.

Gracias a esta mayor digitalización de sus actividades, el director financiero se está convirtiendo en un elemento vertebrador fundamental para que las empresas transformen sus actividades con mayor rapidez y abracen el cambio tecnológico, con el doble objetivo de ser más productivas y lograr un importante ahorro de costes. De hecho, el CFO puede evaluar la propia productividad individual de cada trabajador o departamento gracias, por ejemplo, a la comparación entre sus necesidades financieras con respecto a la consecución de sus objetivos marcados. Esto servirá, más adelante, tanto para analizar el desempeño como para establecer pautas de mejora cualitativa para el futuro.

Más flexible, más sostenible y más comprometido

A pesar de su relevancia actual, los CFO tienen ante sí importantes retos de cara al futuro, gracias a la asunción de estos nuevos roles que les está brindando la tecnología. Uno de los más importantes será incrementar el valor que ofrece a los diferentes stakeholders, dado que dispondrá de más tiempo para mejorar las líneas de comunicación con ellos. Esto le permitirá, por ejemplo, trabajar en nuevos informes de previsión y analizar el impacto en la entidad por el uso de una determinada tecnología, realizando comparaciones entre la inversión y los beneficios estimados.

Desde la óptica opuesta, podrá evaluar con mayor rigor los riesgos potenciales a los que se enfrenta la compañía, desarrollando escenarios de crisis para cada uno de ellos con recomendaciones útiles para afrontarlos. Lo mismo ocurre con la ciberseguridad, a la que podrá destinar más tiempo para garantizar menos posibilidades de sufrir incidencias derivadas de la gestión virtual. La app de Fuell, por ejemplo, realiza actualizaciones periódicas automáticas a través de la Nube, lo que permite incrementa de modo constante sus parámetros de seguridad.

Otro de los retos para el CFO, en línea con los objetivos programáticos de la empresa, es el de ser más sostenible y llevar a cabo mayores iniciativas sobre responsabilidad social. Una buena gestión de los parámetros ESG (cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza) incrementa en el largo plazo la valoración financiera de una entidad así como la confianza de los inversores. Llevar a cabo métricas objetivas de este compromiso de la organización y comunicarlas directamente a los stakeholders de interés serán competencias cada vez más importantes para los responsables financieros.

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